El gimnasio

Hoy, como todos los días a las seis de la mañana, antes de ir al trabajo, he entrenado una hora en el gimnasio… Sí claro… ¡en mis sueños! Ojalá fuera verdad, pero toda mi vida he sido bastante desastre con el deporte.

Admiro a la gente que de verdad va al gimnasio por la mañana, como mi socio Fer, que llega a las 9 a la oficina, después de una hora de pesas, con la energía por las nubes, mientras el resto estamos intentando despertar a base de cafés.

En lo que llevo de vida me he apuntado a unos quince gimnasios distintos, y aunque en alguno he aguantado hasta un año (pagando), nunca he ido más de un mes seguido. También me he inscrito tres veces a CrossFit, dos a boxeo y una a spinning, pero siempre me he cansado antes de los dos meses. También intento, desde hace ya diez años, salir a correr. Estoy orgulloso porque he hecho ya seis medias maratones, pero no de mi regularidad. El día de la carrera lo disfruto, me emociono, me apunto a la del año siguiente, pero no vuelvo a correr los diez meses siguientes hasta que ya no me queda más remedio porque la carrera está ahí.

Poco a poco he entendido lo que me pasa, resulta que me falta “adherencia”, que es la forma guay de decir que soy un vago. La adherencia al deporte es el compromiso que se tiene a un plan de entrenamiento, por alguna motivación intrínseca o extrínseca, y que nos anima a mantener la constancia en el tiempo. El caso es que yo no la tengo.

Pero cada año, entre mis propósitos, está el encontrar algo que practicar de forma constante, dos o tres veces por semana, sin fallar. Ya tengo 46 años y quiero envejecer con salud. En enero fui al traumatólogo por un ligero dolor en la espalda, entiendo que a causa de la vida sedentaria y de estar tantas horas frente al ordenador. Me hizo unas pruebas y con los resultados en la mano me recetó ir al gimnasio. Y lo dijo muy en serio. Debía fortalecer el “core”, para así tener mejor la espalda y equilibrar la postura. El core es el área que engloba la región abdominal y la parte baja de la espalda.

No sabía qué hacer con esa “receta”, me conozco bien y tenía claro que me apuntara donde me apuntara no iba a aguantar. Visité varios gimnasios y finalmente empecé en uno cerca de Rudo, para facilitarme ir antes o después de trabajar. Pero con un cambio respecto a todas las veces anteriores. Contraté a una entrenadora personal para ir con ella durante los primeros meses. Creo que ha sido la mejor decisión que he tomado este año. Llevo yendo desde finales de enero, y estoy encantado. Como quedo con ella, y tengo que pagar, voy esté cansado o no. Estoy aprendiendo cómo hacer los ejercicios bien, tengo unos objetivos, y la hora se me pasa volando.

Escribo esto para prometer en público que este año, pase lo que pase, voy a poner todo de mi parte para ir al gimnasio al menos dos veces por semana, durante todo el año. En diciembre contaré si lo he conseguido y cómo ha sido mi experiencia.

Y tú, ¿haces deporte? ¿Cómo has conseguido integrarlo en tu vida de forma regular?

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