Buffet libre

Durante mi viaje a México pasé unos días en un super hotel de esos de todo incluido. Y claro, tuve que enfrentarme a una de mis mayores pesadillas: el buffet libre. Y es que cuando voy a un buffet sale lo peor de mí. Mira que intento escoger bien, pero se despiertan mis instintos más básicos y voy probando de todo, como un perrete que hace un mes que no come.

Como casi todos empiezo con la vuelta de reconocimiento para ver todo lo que puedo elegir. Y una vez visto el panorama, ya empiezo a poner en el plato lo que en mi mente va a acabar siendo un plato delicioso y perfectamente combinado. Primero un poco de jamón y cocktail de gambas de aperitivo, después algo de ensalada para no olvidar la parte light. Luego los caprichos: una croqueta, patatas fritas, salmón en salsa, cuatro macarrones boloñesa y un poco de pollo teriyaki. Y paro, porque el plato casi rebosa, pensando en que aun podría haber cogido más cosas. Pero cuando llego a la mesa, me doy cuenta que mi plato es un poco desastre. Aunque el de los demás también, prometo que no soy el peor.

Cuando voy a un buffet se me nubla la vista. ¡Con lo fácil que es escoger de un menú! Tengo tanto donde elegir que pierdo el criterio por completo, y me dejo llevar por el instinto. Y al final no acierto. Acabo de comer y pienso que hubiera sido mejor no mezclar tanto. Y que para conseguirlo, simplemente tenía que haber pensado un poco antes de actuar, y así habría conseguido un plato equilibrado que hubiera disfrutado más.

Lo que pasa es que no estamos acostumbrados a tener a nuestro alcance tantas alternativas. No nos han enseñado a elegir con criterio. Desde pequeños estamos tan dirigidos, que aunque nos de la sensación que podemos hacer todo lo que queramos, en realidad podemos seleccionar entre muy pocas opciones. Hasta los dieciséis años básicamente deciden nuestros padres. Y después debemos ir a la universidad, buscar un trabajo de nueve a seis, comprarnos un coche y una casa y tener hijos. Y esas cosas están genial, pero hay más formas.

Me da rabia que nos enseñan que la vida es un menú del día, cuando en realidad es un buffet libre. Nos intentan convencer que solo unas pocas opciones son las buenas, que no tenemos que salirnos del tiesto. Y como nos acostumbramos a eso, a no elegir, cuando podemos hacerlo nos volvemos locos.

Por eso creo que lo primero es ser conscientes que hay muchas formas de hacer las cosas, y que no tenemos por qué escoger las establecidas. Que podemos escoger las que queramos, estén o no en el menú. Lo segundo, que para elegir bien, debemos estimular nuestro espíritu crítico. Impulsar nuestra capacidad para analizar entre todas las opciones, para pensar por nosotros mismos, para elegir desde nuestra perspectiva la alternativa que más felices nos haga. Sin prejuicios, sin deberías. Entendiendo que todo está bien si no hacemos daño a nadie y nos aporta.

Pero esa perspectiva, la de la libertad, abruma al principio. Como a mí el buffet. Porque cuando más opciones tenemos, más difícil es escoger, y claro más posibilidades de liarla un poco con nuestras decisiones. Pero también tendremos más ocasiones de descubrir cosas nuevas, de encontrar ideas creativas, de vivir opciones diferentes que puedan aportarnos mucho más. Solo hay que seguir probando, fieles a nosotros mismos, pensando con criterio, hasta conseguir ese super plato que no estaba en la carta y nos haga super felices.

2 opiniones en “Buffet libre”

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