Qué vergüenza.
Tantos años bloqueado con Latinoamérica, pensando que iba a ser como un capítulo de Narcos, y resulta que es totalmente normal. Llevo ya cinco días en Ciudad de México y no he sentido ese peligro del que hablan.
He caminado horas por el centro y los alrededores, de día y de noche. Con mi reloj y usando mi iPhone nuevo fuera ver Google Maps. Y me he sentido absolutamente seguro. Es una ciudad normal, como cualquier otra, pero mucho más grande. Con sus avenidas, sus Startbucks, sus centros comerciales, su gente que pasea, que va a trabajar, que hace running… Y también, claro, con sus zonas conflictivas en las que no es recomendable pasar mostrando cosas de valor. Porque es cierto que el índice de delincuencia es mayor, con más robos en las calles e incluso secuestros. Y que puede tocar a cualquiera. Pero también que no es algo que se sienta en el día a día.
Es todo tan normal que me da hasta vergüenza pensar que durante años he evitado viajar por aquí. Que me he dejado llevar por lo que se oye, sin analizarlo sobre datos objetivos ni pensando por mí mismo si los que lo dicen tienen algún tipo de criterio. Lo bueno es que una vez más viajar me ha servido para abrir un poco más la mente, y dejarme más claro aun que tengo que probar las cosas antes de juzgarlas.
Ciudad de México, o “el DF” como dicen por aquí, es una ciudad gigante. Yo me he recorrido sobre todo los barrios del centro: Condesa, Roma, Juarez, Polanco… He comido todos los tipos de tacos y llorado con el picante, que me encanta. He bebido cerveza mezclada con clamato, que es una especie de salsa de tomate y almejas muy extraña pero que está rica. He probado el mezcal, que es un licor super fuerte, aprendiendo que se bebe sorbito a sorbito y no de un trago como en España.
Lo he pasado genial, pero trabajar se me ha hecho más complicado. El cambio horario me complica las cosas muchísimo más que cuando estaba en Tailandia. Aunque me levanto a las seis de la mañana de aquí, en España ya son las 13.00 y ya solo coincido tres horas con el equipo.
La parte positiva es que las tardes se hacen super productivas. He tenido algunas reuniones con posibles clientes y trabajado desde sitios tan chulos como la inmensa Biblioteca Vasconcelos, una pasada de la arquitectura.
Me ha gustado CDMX pero después de cinco días he decidido que me apetece cambiar los ladrillos de gran ciudad por la arena de la playa.
Así que me voy unos días a trabajar desde Playa del Carmen, ya tengo coworking y pinta que me va a gustar.