Ecstatic Dance en Koh Phangan

Soy tu tío racional, quizá demasiado. Me siento cómodo analizando situaciones en base a datos, tomando decisiones desde la experiencia, dirigiendo sustentándome en números. Y sobre esa base racional estoy a gusto planificando y organizando. Y creo que se me da bastante bien. Lo que pasa es que, en el ámbito de la de la empresa, está bien planificar y seguir el guion, pero también a veces dejarse llevar y sacar los pies del tiesto.

Seguir los procesos es lo que hace que las empresas se mantengan, pero lo que consigue crecimientos exponenciales o resultados extraordinarios está fuera de los planes escritos. Pienso que la magia surge cuando se hacen cosas totalmente diferentes. Y a mí a veces me cuesta cambiar esos planes cuando están a medias, me cuesta dejarme llevar y confiar en mi instinto.

Como soy consciente de mi debilidad, intento salir de mi zona de confort y enfrentarme a situaciones o realizar actividades en las que tenga que dejarme llevar sobre la marcha. En las que tenga que pensar menos, en las que solo toque eso que llaman “fluir” siendo el “ahora” lo que manda y no la planificación previa o el estudio de lo que se cree que va a pasar en consecuencia.

Autostop inesperado

La semana pasada, estando en Koh Phangan en Tailandia, me encontré con una chica haciendo autostop mientras iba con la moto. Es raro cruzarse con alguien así ya que en la isla todo el mundo alquila moto. Iba despacito y decidí parar. Me dijo que iba a un centro de yoga que estaba un poco apartado y que si la podía llevar. No era el camino que yo tenía que seguir, pero realmente iban a ser cinco minutos, así que decidí acercarla.

Me contó que no había alquilado moto porque no tenía carnet y le daba algo de miedo conducir. Aunque no hablaba muy bien inglés, me dijo que llevaba ya un tiempo en la isla y que iba a una de sus actividades favoritas, a un “ecstatic dance”. Como he dicho, no la entendía muy bien. Me dijo que era un lugar donde la gente bailaba y se dejaba llevar, pero claro yo entendí algo de “extasis” y eso me hizo pensar que era un sitio donde la gente se tomaba pastillitas, que es algo que no va conmigo. El caso es que me dijo que era una experiencia buenísima y me animó a participar. La dejé al lado y volví a mi coworking.

¿Qué es un ecstatic dance?

Como tenía curiosidad me puse a investigar un poco, y el evento no tenía nada que ver con las drogas. “Ecstatic” en español se traduciría como extático, que viene de éxtasis, pero de su significado de “estado placentero de exaltación emocional y admirativa”. Un ecstatic dance  es un montón de gente que se junta en un lugar simplemente para bailar. Como una fiesta normal, pero más loco y a las 11.00 de la mañana 🤪. Tenía que probarlo. Así que fui al café donde vendían las entradas, que hay que precomprar porque se suelen acabar, y pagué los aproximadamente 8 euros que costaba.

El domingo fui de nuevo al lugar donde había llevado a la chica, pero esta vez para participar. Un sitio mágico en medio de la selva llamado Pyramid Yoga. Se accede a través de una pequeña carretera super empinada que no estaba a mi alcance, así que dejé la moto abajo y subí los últimos 10 minutos andando.

Acceso a Pyramid Yoga

En la puerta das tu entrada y te explican las reglas. Estas son simples. Es un evento de baile pero que no está basado en una clase o una técnica, no te van a enseñar a bailar ni hay que saber bailar para participar. Solo hay que dejarse llevar por la música. Dentro no están permitidos los móviles ni las fotos. Hay que entrar sin zapatos y no se puede hablar unos con otros. Las drogas están totalmente prohibidas. Y si se quiere interactuar con otros hay que hacerlo con mucho respecto, esperando un “sí” con la mirada o con un gesto.

Después de aceptar las reglas, entré en el recinto donde me encontré una pirámide de metal gigante abierta por los lados en medio de la vegetación.

(foto propiedad de Pyramid Yoga Center https://www.pyramidyoga.com/)

Dejé los zapatos en la puerta y entré en la pirámide, que tiene un suelo de madera.

Todos los zapatos a la puerta del ecstatic dance (foto propiedad de Pyramid Yoga Center https://www.pyramidyoga.com/)

Empieza el baile

Había ya bastante gente, sentada por el suelo o de pie esperando. Una mesa de DJ y una chica con un micrófono, que al poco empezó a hablar. Nos dijo que nos pusiéramos en círculo para poder vernos todos, nos explicó de nuevo las reglas, y nos indicó que cerráramos los ojos.

Comenzó con un ejercicio de respiración, similar al que se hace en meditación. Respiraciones profundas y exhalaciones intensas. Mientras recordó que estábamos en un espacio en el que podíamos expresarnos como quisiéramos, que no nos iban a juzgar, que simplemente fluyéramos y nos divirtiéramos. Que no había ninguna meta, ningún objetivo, nada que perseguir o que debiera perdurar. Solo disfrutar y vivir el momento.

Y entonces comenzó la música, que el DJ improvisa en función de la reacción de los participantes. Primero es suave, y la chica anima a la gente a ir haciendo pequeños movimientos con las manos, con la cabeza, a exhalar haciendo ruido, a dar pequeños gritos si apetece, a saltar… a hacer exactamente lo que apetezca, sin pensar.

En la pirámide hacía calor, muchísimo calor. Al fin y al cabo, está en una selva tropical. La sensación térmica está en torno a los 40 grados, por lo que la gente va vestida en general con bañador. Solo me había movido un poco y ya estaba sudando. Y mi cabeza hecha un lío. Sin conseguir entrar en el mood. En una lucha entre mi parte racional que intentaba entender y planificar que iba a hacer allí las próximas tres horas. Y la parte que quería dejar de pensar y hacer como los demás. Entre la vergüenza de estar haciendo el ridículo, y la admiración al resto que estaban bailando y siendo libres.

Pyramid Yoga desde el aire (fotograma extraído del documental «Ecstatic Dance» de AG Production https://www.youtube.com/watch?v=lY41coxPKuY)

Miraba alrededor y me encantaba lo que veía. Había de todo. Una madre con un niño de unos 4 meses en un portabebés. Un chico con camisa y gafas que parecía desubicado. Una señora de unos 75 años con el pelo blanco. Un yogi con la cabeza rapada y rastas por abajo. Gente de todas las edades y razas. Gordos, flacos, altos, bajos… Y casi todos bailando y moviéndose como si nadie los estuviera viendo. Algunas personas totalmente concentradas en el baile. Otras como yo con una visible lucha personal con la cabeza y la racionalidad, pero intentándolo. Y las restantes simplemente estaban en los bordes del recinto, más quietos, moviéndose más levemente, o incluso sentados. Cada uno haciendo exactamente lo que quería o lo que el cerebro le permitía.

Ecstatic dance (foto propiedad de Pyramid Yoga Center https://www.pyramidyoga.com/)

Aquí y ahora

Y la música seguía, cada vez más cañera, con gente que se iba uniendo al DJ tocando percusión en directo o haciendo sonar instrumentos de viento que ni conocía. La gente saltando, tirándose por el suelo, dando palmas, gritando, abrazándose, volviéndose loca. Expresándose, sin juzgar, respetando a los otros, y sobre todo sonriendo, siempre sonriendo. Consiguiendo un ambiente mágico en el que solo había que estar presente, jugando como cuando éramos niños. Habiendo dejado las preocupaciones y la seriedad en la puerta para por unas horas hacer el loco y el salvaje.

El tiempo pasaba super rápido, y yo a veces lograba olvidarme de pensar y estar a tope ahí presente. Otras volvía el Richard analítico a examinar punto por punto cómo se estaba desarrollando la situación. Pero sí que conseguí vivir momentos super chulos, cuando la música estaba más alta y la percusión en directo seguía un ritmo endiablado, en el que casi todos estábamos saltando y abrazándonos.

El momento de calma

Ese fue el punto de inflexión para que la música volviera a ser más suave, para que todo se volviera a calmar. Llegaron canciones más tranquilas, y los movimientos de baile iban haciéndose más reposados.

Yo estaba agotado y totalmente empapado en sudor, así que cuando vi que varias personas se sentaban hice lo mismo. Cerré los ojos e intenté concentrarme en la respiración. Al poco me tumbé y me di cuenta que todos se iban tumbando también. Con la música cada vez más relajada. Cuando todos estábamos en el suelo, la chica cogió el micrófono de nuevo e hizo un pequeño ejercicio de meditación, en el que nos instaba a agradecer el momento que había pasado. Que había sido único, que había empezado allí y había acabado allí tres horas después. Y que iba a ser distinto de todos los ecstatic dance pasados y lo sería de los futuros, ya que cada uno se desarrollaba de una manera.

Salí de allí con un subidón brutal. Encantado de haber vivido una experiencia, cuanto menos, única. Que para mí había supuesto enfrentarme a mi parte racional, para equilibrarme, para aprender también a dejarme llevar.

No te digo que participes en un ecstatic dance si no va contigo, pero sí que busques actividades que te saquen de tu zona de confort y te hagan vivir momentos únicos, porque en esos momentos es donde surge la magia.

Más info

Al no poderse hacer fotos ni grabar he usado las fotos de la web del centro donde se hace la actividad, incluyendo la foto de portada. Son propiedad de Pyramid Yoga Center https://www.pyramidyoga.com/.

Comparto también un documental de AG Production que hicieron el año pasado con el permiso de los participantes dónde se puede ver mejor en que consiste.

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