El sábado fue la ultima vez que bajamos la persiana de nuestra tienda. Cerramos. Después de diez años, 78.354 prendas vendidas y cuatro millones de euros facturados. Con pena, pero sin drama. Esta vez no es una historia de éxito ni de exit, pero afortunadamente tampoco una historia de ruina personal como si les ha pasado a otras personas.
Cerramos después de meses planeándolo, sin quedarnos con un remanente de dinero por el trabajo merecido de estos años, pero sin dejar deudas. Durante la última semana hemos devuelto la ropa, desmontado todo, dejado el local y hecho el proceso de cierre, que no ha sido fácil ni motivador. Y es que abrir empresas mola mucho, pero cerrarlas no tanto. Y a los emprendedores a veces se nos olvida que las dos cosas forman parte del juego. Que por cada empresa que un autónomo o un pequeño empresario abre hay otra que cierra. Y que en uno u otro momento nos va a tocar pasar por ello.
Abrimos con muchísima ilusión allá por 2012, con la soberbia de habernos ido bien previamente en otro sector, pero sin conocer apenas el mercado. Y como no podía ser de otra manera, nos la pegamos, pero bien. Tuvimos que despedir a nuestros cinco dependientes y ponernos mi socio y yo diez horas al día de lunes a sábado al pie del mostrador. Fue duro, pero conseguimos reflotar, y empezaron los años buenos en los que pudimos contratar gente de nuevo. Después llegaron años muy buenos en los que nos ganábamos un sueldo trabajando un par de horas a la semana. Conseguimos el sueño dorado, poder vivir de los ansiados ingresos pasivos. Parecía que ya todo iba a ir sobre ruedas y que podríamos dedicarnos únicamente a recoger los frutos… hasta que llegó una pandemia mundial.
El Covid ha sido duro, muy duro. Primero tuvimos la tienda cerrada sin ingresar ni un euro. Después los horarios restringidos, la menor afluencia de gente y el consiguiente auge del online, que nosotros, al ser una franquicia, no podíamos explotar por contrato. Además, desaparecieron los turistas, que eran una de nuestras principales fuentes de ingresos. Desde que empezó la pandemia mi socio y yo no hemos ganado un euro, e incluso nos ha tocado poner algo de pasta, por suerte no mucha. Hemos resistido, que no es poco. Y eso que los ERTES nos salvaron y los propietarios de nuestro local nos han ayudado ya que nos bajaron el precio en los meses duros de restricciones. Pero las ventas han bajado aproximadamente un 40% anual y los gastos son prácticamente los mismos. No echo la culpa a nadie, es una situación que ha superado a todos. Pero es algo inaguantable para cualquier pequeño comercio. Pese a eso todo el tiempo hemos confiado en que iba a mejorar.
Soñamos que los clientes volverían a las calles, pero las restricciones han sido continuas y la gente ha paseado menos. Y menos gente fuera, supone menos gente que entra en las tiendas y por consiguiente menos gente que compra. El online no ha bajado y los que no podemos competir ahí nos hemos convertido en meros showrooms donde la gente viene a probarse la ropa que luego comprará en la web. Y los turistas con sus carteras llenas no han vuelto en la misma medida.
Así que, a finales del año pasado, por las circunstancias que he contado arriba, llegamos a la conclusión de que aumentar las ventas iba a ser complicado de un día a otro, y que para subsistir necesitábamos bajar los gastos. Y el gasto principal era el alquiler, 5.000€ al mes nada más y nada menos. El contrato acababa a finales de febrero, después de 10 años, y teníamos que renegociarlo. Desafortunadamente no se ajustaba a la situación actual de ventas y era clave bajarlo al menos durante un tiempo. Si nos lo bajaban seguíamos, si no cerrábamos. El objetivo ni siquiera era ganar al principio, solo mantenernos para ver si las ventas mejoraban.
Pero los propietarios, a quien respetamos y entendemos, consideraron que podían alquilarlo por ese precio o más, y que no querían bajarlo. Realmente nuestro local es muy bonito y por tanto iba a haber marcas interesadas en alquilarlo. Cambiar de local no era una opción, nos gastamos en su día 150.000€ en adecuarlo e ir a otro suponía volver a hacer una inversión similar.
Con esa perspectiva, podíamos optar por mantenernos abiertos con ese alquiler, con el consiguiente riesgo, sabiendo que íbamos a perder mucho dinero durante al menos un año si la situación no volvía a la normalidad. Y pensando en que nos iba a costar remontarlo, ya que en los últimos años habíamos perdido el foco al tener otro negocio (RUDO, desarrollo de apps para apps móviles). Durante el tiempo que nos dedicamos en cuerpo y alma a la tienda funcionó mejor, cuando empezamos con RUDO y lo fuimos dejando, se fue resistiendo. Pero no solo se iba a necesitar esfuerzo, ya que teníamos en contra el mercado. E ir contra el mercado es muy difícil, es como pegarse contra una pared.
La otra opción, era asumir que, pese a la pena, la mejor decisión racional era cerrar. Y eso hemos hecho. Dejar atrás la tristeza de tener que cerrar un negocio ya montado, pero tener la tranquilidad de saber que ya estaba todo amortizado y de que centrarnos en RUDO era la mejor opción. El sábado por la noche, ya sin ropa ni cosas, nos juntamos en el local todos los amigos que alguna vez habíamos formado parte de esto y “celebramos” estos diez años juntos. Parece algo frívolo o loco hacerlo así, pero queríamos recordarlo con alegría, y que mejor que celebrar que, pese a que no nos hemos forrado, hemos vivido diez años muy chulos.
¡Hasta siempre tiendecita!
Felicidades! Aunque ahora parece un fracaso, en realidad os lleváis un filón en intangible que vais a aprovechar sin duda en el futuro. De entrada, la experiencia de haber pasado todo los procesos de un negocio, y comprobar que de todo se sale con esfuerzo y constancia. Pero sobre todo un activo vital, y continuar siendo socios tras 10 años de penurias es algo muy valioso. No todos los amigos tienen la capacidad de superarlo. Exponencialmente valioso a largo plazo. Yo he pasado varias veces por esa situación, y me doy cuenta que los fracasos son mas valiosos que los éxitos.. pero tambien mas cabrones, eso si. Gracias por el testimonio.