Cuatro semanas ya. Y yo sin haber hecho deporte cada día, ni escrito en el blog ni una sola vez hasta hoy. Ni comido cosas sanas, ni separado el trabajo del ocio, ni siquiera habiéndome duchado cada mañana para ponerme la ropa de calle. Con el pijama y el runrún en la cabeza de que debería estar haciendo todas esas cosas, pero sin agobiarme del todo, que bastante tengo ya con todo lo que estoy trabajando.
Así que sí, saldré con tres kilos más y dolor de espalda por currar a veces desde el sofá, pero saldré, que según están las cosas no es poco.
Soy un emprendedor al que esto le ha pillado como a todos: a quemarropa, sin avisar y por la espalda. Bueno, a todos menos a esos capitanes a posteriori que ya sabían perfectamente lo que iba a pasar. Si eras uno de ellos enhorabuena. Yo en cambio me tomaba a coña cuando alguien en febrero me hablaba del virus ese que empezaba a propagarse por China. “Pero no veis que eso es como una gripe, vamos hombre tener miedo, si hay más posibilidades de que te toque el Euromillón que de pillarla”. Ese era yo, lo reconozco. Y ahora me está costando un montón.
Principios de marzo
A principios de marzo la cosa parecía ponerse seria y el coronavirus empezaba a ser el único tema de conversación. Pese a eso yo seguía pensando que a mi no me iba a afectar. Llamadme tonto, pero lo pensaba. Estaba en un momento dulce, mis dos empresas iban viendo en popa.
En mi tienda Superdry del centro de Valencia estábamos vendiendo bien la nueva colección de primavera y en breve empezaban las fallas, con un montón de turistas con el bolsillo lleno y encantados de dejarse la pasta en ropa chula.
En Rudo, mi empresa de desarrollo de apps móviles, estábamos saliéndonos. Habíamos hasta incorporado a un chico de RRHH, Francesco, ya que iban a empezar cinco personas a la vez en prácticas y había que organizar todo. Y es que ya éramos 26, y teníamos perspectivas de contratar a todos los nuevos nada más que acabaran sus prácticas obligatorias. ¿Cómo un virus chino me iba a afectar a mi? Ay Richard, menos mal que decidiste ser emprendedor y no pitoniso 🔮…
Antes del estado de alarma
El lunes 9 de marzo a mi compañera de piso le citaron de urgencia para decirle que desde esa semana tenía que trabajar obligatoriamente en remoto. A ella y a las 500 personas más que trabajaban en su empresa. Wow. Y el caso es que a mi me seguía pareciendo super exagerado. Todo el mundo haciendo vida normal, con Valencia llena de turistas, toda las churrerías puestas y las fallas casi colocadas, y ella y sus compañeros en casa. No veía proporción entre la medida de quedarse en casa trabajando, y las calles llenas a rebosar.
El martes 10 de marzo un par de trabajadores de Rudo me sugirieron trabajar todos desde casa la siguiente semana, la de fallas. Pero yo seguía sin verle el sentido. Pese a que teníamos implantado el teletrabajo en ocasiones, no entendía de que podía servir el aislamiento de trabajar una sola semana desde casa, para después del trabajo estar celebrando las fallas en verbenas multitudinarias.
El miércoles 11 de marzo trabajamos con normalidad, al igual que el 99% de mis conocidos. Y el jueves 12 de marzo yo me lo cogí libre y no fui a la oficina ya que era mi cumple: 42 añitos. Yo en mi cumpleaños nunca trabajo, y este año no iba a ser una excepción. Mi socio y mejor amigo Fer también se lo cogió libre, y nos fuimos a celebrarlo. Primero a desayunar a un sitio genial y a disfrutar del sol de Valencia. Después comimos una paella y por la tarde, desde casa, empezamos a ver en la tele que la cosa se liaba del todo. Tanto que dijeron que se suspendían las fallas.
Ese día fui el primer momento en el que fui consciente de lo que estaba pasando. Fer y yo tuvimos claro que teníamos qué hacer algo, y lo más sensato parecía trabajar todos desde casa también. Al fin y al cabo, éramos privilegiados ya que teníamos muy fácil trabajar en remoto, y ya lo habíamos hecho en el pasado, aunque no todos a la vez. Pero pese a eso estábamos asustados, ya que no sabíamos a lo que nos enfrentábamos ni si podríamos asumir la repercusión económica que podría tener.
El viernes 13 de marzo, vaya día, fuimos a la oficina y comunicamos a todos los trabajadores que desde el lunes trabajaríamos obligatoriamente desde casa. A las dos de la tarde cogimos nuestros ordenadores y nos despedimos hasta nuevo aviso. Mi socio y yo nos fuimos a comer a una hamburguesería, sin saber que iba a ser la última comida que haríamos juntos en un tiempo. Después fuimos a Superdry, donde no teníamos ni idea que hacer.
Llegamos a la tienda, que como todas seguía abierta, y empezamos a pensar en alternativas. ¿Seguíamos abiertos con normalidad? ¿Poníamos medidas para los trabajadores? ¿Pero cuáles? Nosotros ya teníamos el desinfectante de manos, pero ¿era suficiente? Hay que tener en cuenta que en ese momento en todas las tiendas se trabajaba con normalidad, sin guantes ni mascarillas. La otra opción era cerrar unos días hasta ver que pasaba, pero eso suponía perder mucho dinero.
No era fácil ser de los primeros en tomar la decisión y afrontar todos los gastos sin ingresos. Porque, aunque tenga dos empresas, sepa que soy afortunado y viva bien, todavía no se me van cayendo los billetes de los bolsillos, ni mucho menos. Tengo un Seat León de 2006 y vivo en un piso alquilado. He tenido que trabajar muchísimo para abrir y levantar la tienda, y mucho para montar sin dinero la empresa de desarrollo de apps. Y no tenía ahorros para asumir una cosa así.
Estuvimos con los dependientes y les contamos lo que habíamos hecho en Rudo, pero desafortunadamente no se puede trabajar en remoto en una tienda… Las ventas ya llevaban una semana floja, pero esa tarde no entraba casi nadie. Mientras estamos allí salió la noticia de que Inditex anunciaba que solo iba a abrir hasta las 18.00 horas. Más lío. Nosotros no decidimos nada esa tarde, quedamos en abrir al día siguiente con el horario normal pero atentos a lo que hacía el resto.
El sábado 14 de marzo me desperté super pronto y me puse a leer las noticas. Inditex sacó un nuevo comunicado en el que decía que cerraban todas las tiendas. Así que me fui para Superdry en el patinete y el panorama era desolador. Prácticamente todas las tiendas grandes cerradas. Las pequeñas como nosotros, las que no pertenecen a grandes cadenas, las que son de un pequeño emprendedor que tiene que pagar por si mismo las facturas son las que estaban abiertas.
Seguía sin saber que hacer, teníamos dos personas trabajando y no había entrado prácticamente nadie, solamente algún turista despistado. Así que me di una vuelta más por alrededor por las calles de alrededor, volví y sin saber si estaba haciendo bien o mal les dije que cerraran. Que acabaran el turno de la mañana a puerta cerrada haciendo cosas de almacén, y que el lunes veríamos qué se hacía, si trabajar o no, ya que había cosas que se podía hacer de uno en uno en el almacén.
Ese sábado por la noche se decretó el estado de alarma y se prohibió abrir las tiendas, así que al menos parecía que ya estaba todo claro. Cerrados durante un tiempo.
La primera semana de confinamiento: del 16 al 22 de marzo
El lunes 16 de marzo empezaba una semana movidita. La recuerdo super lejana, trabajando todo el rato, con bastante angustia pero intentando que los demás no lo notaran. Dando calma mientras sentía miedo.
Superdry estaba cerrado y no teníamos muchas opciones. Solo nervios, sin saber aun que decir a los trabajadores, ni hasta donde iba a llegar esa situación. Haciendo cuentas y más cuentas y cerciorándome de que si teníamos que pagar un mes de alquiler que eran 5.000€ sin tener abiertos, más el sueldo de los trabajadores, más su seguridad social, podíamos aguantar aproximadamente un mes hasta quedarnos sin dinero y tener que cerrar definitivamente. Que ansiedad, que nervios, que incertidumbre. De repente se me caía todo lo que había construido. No había otra, teníamos que buscar un plan para continuar, y solo si ese plan funcionaba podíamos continuar. Durante la semana lo fuimos trazando en base a tres puntos básicos:
– ERTE. No teníamos dinero para pagar los sueldos ni la seguridad social sin tener ingresos al estar cerrados, era imposible. Me hubiera encantado hacerlo, mantener a la gente cobrando con normalidad por un tiempo, pero si lo hacía en un mes tenía que cerrar para siempre y ahí si que todos a la calle. Así que teníamos que solicitar el ERTE de fuerza mayor que había aprobado el gobierno para seguir adelante, era la única forma. Pero claro, no teníamos ni idea como hacerlo, así que tuvimos que contratar a una abogada para que nos lo gestionara. Papeles y papeles durante toda la semana, sin tener realmente claros los pasos ya que el gobierno estaba legislando en ese momento. Y los trabajadores sufriendo la misma tensión e incertidumbre pese a que yo les escribía prácticamente cada día para ir dándoles las noticias.
– Alquiler. Nos era imposible pagar los 5.000€ mensuales de alquiler estando cerrados, sin ningún tipo de ingreso, y con la incertidumbre de por cuanto tiempo. Teníamos que negociar con la propiedad del local. El día que cerramos ya propusimos una reunión para solicitar una carencia durante este tiempo, pero el local es de dos empresas y no era tan fácil hablar con la persona adecuada. Habíamos hecho cálculos y si teníamos que pagar el alquiler estando cerrados, teníamos que cerrar definitivamente. Nos salía mejor cerrar del todo que empezar a acumular pérdidas. Lo teníamos super claro, o conseguíamos una condonación durante un tiempo o cerrábamos del todo. Así de cruda era la situación. Después de muchas negociaciones, tensión y momentos críticos de nervios lo conseguimos. La propiedad asume estos meses y nosotros en contraprestación seguimos de forma obligatoria por un tiempo adicional al que decía el contrato.
– Stock. El coronavirus nos había pillado con la tienda llena de la nueva ropa de primavera verano de 2020. A rebosar, tienda y almacén. Y con una perspectiva de uno o dos meses cerrados ¿qué leches íbamos a hacer con toda esa ropa que no íbamos a vender? Era imprescindible negociar con la franquicia para poder devolver más ropa y reducir el pedido del año siguiente, y así lo hicimos.
Y mientras en Rudo seguíamos todos trabajando en remoto, los 26. Y había que organizarlos a todos. Reuniones y más reuniones, nuevos procesos, nuevas responsabilidades. Y el objetivo de seguir siendo igual de productivos desde casa. Pero esa organización, que llevaba muchas horas, no era lo más complicado. Lo difícil era conseguir nuevos contratos. Nosotros trabajamos por proyectos, y teníamos suficientes para un tiempo. Estábamos desarrollando varias apps que nos habían encargado previamente y teníamos trabajo para todos. Pero esa semana empezaron a dejar de firmarse nuevos. Llamaba a los que teníamos casi cerrados para empezar y me decían que mejor esperáramos a que todo esto hubiera acabado. Y así uno tras otro. La motivación se va un poco cuando escuchas tantos noes. Por un lado todos seguíamos trabajando desde casa con normalidad y teníamos proyectos suficientes, pero por otro yo veía que iba a ser muy difícil encontrar nuevos.
Pese a eso teníamos claro que no queríamos prescindir de ninguna de las personas que estaban trabajando ya que todos se lo habían currado mucho para estar ahí. Tenía tiempo, ya que como digo teníamos trabajo para todos, pero no sabía cuanto tiempo. Así que redoble mis esfuerzos comerciales trabajando más de 12 horas al día para conseguir nuevos proyectos.
Lo peor era lidiar con ese sentimiento de que debería estar trabajando aun más, ya que de mi dependía conseguir proyectos, y si los conseguíamos todo iría bien. Cuando antes dedicaba horas ahora tenía que hacer el doble para conseguir menos. Y notaba la ansiedad y todo el peso sobre mis hombros. De no querer prescindir de nadie y de sentir que solo dependía de mi.
Así pasó la primera semana, y llegó el finde que aproveché para hacer un plan de contingencia, para desarrollar una nueva estrategia.
La segunda semana encerrados: del 23 al 29 de marzo
La segunda semana empezó como acabó la anterior. Trabajando sin parar para solucionar y acabar de negociar todo lo de Superdry. Al final el plan salió y me dejó respirar por un tiempo. Pese a eso he seguido haciendo números para intentar saber si vamos a ser rentables cuando abramos. Porque, aunque partimos con ventaja respecto a otros comercios al haber negociado erte, alquiler y stock, empezamos casi de nuevo. Dentro de un panorama sin turistas, que en verano son nuestra principal fuente de ingresos, y con la competencia haciendo unos descuentos brutales para quitar stock. El runrún sigue.
En Rudo tocaba implantar el plan que había desarrollado durante el fin de semana. Conseguir nuevos proyectos era la prioridad absoluta, aunque seguíamos teniendo, no me podía pasar que esto durara un mes o dos o tres y nos quedáramos sin apps que desarrollar y tuviéramos que empezar a despedir. Así que puse en marcha el nuevo plan comercial destinando recursos y personas que antes estaban en otras áreas a buscar nuevos proyectos. ¡Toda la carne en el asador para seguir!
Mientras, para motivar al equipo y retarnos, hasta hemos hecho un hackathon para desarrollar una app interna en un día.
La tercera y cuarta semana: del 30 de marzo al 12 de abril
Las dos últimas semanas han pasado haciendo más o menos lo mismo. Con Superdry en «modo reposo» y trabajando más que en mi vida en Rudo. Empiezo los lunes con mucha energía, el martes estoy a tope, el miércoles empiezo a notar el cansancio, el jueves solo quiero que llegue el viernes, y por fin el fin de semana en el que aprovecho para planificar de forma más estratégica la semana y para recargar pilas al sol.
Lo bueno es que al final el esfuerzo extra está mereciendo la pena. Aunque en Superdry estoy frustrado porque estamos cerrados, si que hemos dejado todo perfectamente preparado para la reapertura. Y en Rudo seguimos todos trabajando y si que están están saliendo proyectos nuevos, desde un neobanco de Costa Rica a una cadena de hamburgueserías en Valencia.
Además con tanto trabajo no me ha dado tiempo de aburrirme. Si que es verdad que como estoy todo el día sentado frente al ordenador en el salón de casa, cuando acabo de trabajar no me apetece escribir en el blog, pese a que me encanta, me relaja y centra mis pensamientos. Tampoco he hecho casi nada del master que empecé por internet. Pero sí que he conseguido meditar algunos días y sobre todo leer. Estoy leyendo un montón, me encanta tumbarme en la terraza con un libro. Ya me he acabado Reina Roja de Juan Gómez-Jurado, Cómo fracasar en casi todo y aun así triunfar de Scott Adams, Lluvia fina de Luis Landero, Alegría de Manuel Vilas y Hábitos atómicos de James Clear.
El futuro
No se que pasará en el futuro, pero se que tengo que seguir trabajando para salir adelante. Equivocándome y acertando, intentando no ser duro conmigo mismo por no seguir todos los consejos de productividad y tratando de estar un poco más tranquilo. Permitiéndome también perder el tiempo en cosas como tomar el sol en la terraza, ver instagram y simplemente esperar a que esto pase.
Animo Richard! has hecho todo los deberes…. y cuando uno hace todo lo que está en sus manos, al menos duermes tranquilo…aumentando las probabilidades de sobrevivir a este terremoto.
Gracias Jesús! Intento hacer todo lo que puedo. Un saludo!
Me encantó. Tu historia nos identifica a muchos emprendedores.
Saludos desde México.
Gracias Mario! Estuve un mes y medio en México en Enero, me encantó. Un abrazo!
Me ha súper súper encantado tu relato. Ánimo, después que pase todo esto solo queda levantarse y por supuesto q lo vas a conseguir.
Saludos.
Gracia Lisette, ¡a por todas!
Me a encantando me identifica mucho!! Más organizado se puede estar?Un fuerte abrazo desde Perú.
Me siento totalmente identificado. Salvo que yo me ire con 5 kg. Cuidaros y mucho ánimo.
Así es esos noo, que se conviertan un desafío oars seguir…tu historia nod identifica a muchos… Asi qué ye ánimos a todos. M
Ánimos y mucha fuerza!! la cuarentena terminará en algún momento, lo más importante es que tienes salud y verás que todo mejorará, aunque al inicio no parezca, no dejes que la adversidad te venza.
Cuidate,
Saludos
Excelente
Mucho ánimo y mucha fuerza. Genial gestión y atención con tus empleados… ya quisiéramos muchos estar así de informados en situación de ERTE. Un abrazo
Enhorabuena por no ceder ante el catastrofismo.
Como comerciante que soy me siento totalmente identificado con lo que cuentas. Esta situación es como si estuviesemos subiendo una montaña con alguien empujándonos hacia abajo, es agotador. Pero la buena noticia es que cuanto más nos empujen más nos fortaleceremos.
Es reconfortante y motivador leer este tipo de experiencias.
Gracias.
Gracias por tu relato. Personas positivas como tu son las necesarias.
En mi empresa somos solo 3 ( si, solo 3…) e intentaremos darlo todo para sacarla adelante aunque nuestro sector ( inmobiliario) sea muy duro. Y cual no lo es….? Animo a todos!
¡Hola Verónica! Ojalá que consigáis los tres pasar esta etapa tan mala. Un abrazo y ánimo!
Ánimo Richard, Un placer saludarte por aquí.
Un saludo.