Un mes trabajando desde Playa del Carmen en México

Hoy es mi último día en Playa del Carmen, después de un mes trabajando en remoto para Rudo Apps y Superdry, mis empresas en España. En unas horas vuelvo a Ciudad de México, estoy cuatro días, y me vuelvo a Valencia acabando esta etapa de digital nomad. Ya han sido tres veces: un mes en Europa en 2018, cuatro meses en Asia en 2019 y ahora seis semanas en México.

Esta vez venía de un cierre de año que me había provocado mucho estrés, ya que además de dirigir las dos empresas, me había metido en demasiadas cosas. Me puse a ayudar en la organización de las próximas charlas Tedx en Valencia, estaba dando clase en un master, empecé crossfit y tenía que seguir escribiendo en el blog. Todo esto me llevado a un estado de ansiedad mayor al que estoy acostumbrado.

Pero una vez más salir del día a día y viajar miles de kilómetros ha sido mano de santo. Vuelvo como nuevo y estoy super feliz. He vuelto a sentir lo mismo que las otras veces. He reconectado conmigo mismo, me ha dado tiempo de pensar, de estar tranquilo, de trabajar en cosas que siempre posponía en Valencia, de escribir, de tomar el sol, de salir, de viajar, de visitar cosas nuevas, de tomar tequila y de comer tacos. Y todo eso haciendo las cosas a medida que tocaba hacerlas: trabajando cuando tenía que trabajar y disfrutando cuando tocaba. Sin pensar en el después, viviendo el momento de una manera que no me sale en Valencia. La mayoría de las veces sin saber ni donde iba a dormir al día siguiente, sobre la marcha, reservando alojamiento en función de lo que me iba apeteciendo. Y ese no pensar en el día siguiente, si no en lo que estoy haciendo en el momento, me hace ser mucho más productivo.  

Pese a eso, si que es cierto, que se me ha hecho complicadísimo trabajar con el equipo desde aquí. Sin ningún problema haciendo las cosas que solo dependen de mi, pero un lio el cambio horario, todo o contrario a cuando estuve en Tailandia que iba a mi favor. Aquí aunque me levanto a las siete de la mañana y me pongo directo a trabajar, en España ya es la una del mediodía y ya solo coincido tres horas con la gente de la oficina.

También este viaje ha sido distinto, ya que vine con mi socio los primeros días, y la experiencia no tiene nada que ver cuando viajas solo que cuando viajas con alguien. Se ha hecho muy fácil, ya que tenemos mucha confianza, pero no tiene nada que ver la forma en que se viven las cosas o uno se relaciona con otra gente.

Después de los cuatro días en Ciudad de México llegamos a la conclusión de que necesitábamos un ambiente más relajado de lo que nos podía ofrecer una gran ciudad, así que decidimos venir a Playa del Carmen, sin tener claro cuánto tiempo íbamos a estar aquí. Y al final lo hemos hecho nuestro centro de operaciones durante todo un mes, aprovechando los fines de semana para visitar otros sitios.

Playa del Carmen

Es una ciudad super turística al servicio de la gente que viene a los hoteles “todo incluido”. Su calle principal se llama La Quinta Avenida y es una mezcla entre Las Ramblas y el paseo marítimo de Benidorm.

La Quinta Avenida de Playa del Carmen de noche

Super ruidosa, super guiri, con todas las tiendas y franquicias que se pueden encontrar en cualquier ciudad grande, con gente que te intenta vender de todo, y con fiesta, mucha fiesta. Es el sitio para venir con amigos y salir y emborracharse cada día, pero no le pillábamos el punto para vivir y trabajar. De hecho al principio no entendíamos porque hay tantos digital nomads por aquí. Al principio íbamos trabajando por cafeterías y beach clubs, pero como yo tengo claro que para trabajar se necesita un espacio de trabajo buscamos un coworking.

Beachclub Inti en Playa del Carmen, genial para trabajar unas horas

Me habían hablado mucho de Nest, que es el más conocido entre la gente que trabaja en remoto, pero no me gustó nada cuando lo visitamos porque era demasiado oscuro y estaba en una pequeña callejuela. No tengo mucho problema en trabajar en un sitio u otro, pero necesito la luz natural, sobre todo estando en un paraíso natural como es el Caribe. Así que buscamos un poco más y descubrimos otro llamado Selina, con menos nomads, pero mucho más luminoso y nos apuntamos.

Coworking Selina en Playa del Carmen

Poco a poco fuimos descubriendo que Playa del Carmen es mucho más que La Quinta avenida, y que simplemente yendo a las calles de detrás hay vida más auténtica, más local, más de verdad. Los sitios donde viven, comen y salen los mexicanos. Así que buscamos un hotel en esa parte y ya empezamos a pillar el mood.

Chichen Itza

Los fines de semana aprovechamos para hacer turismo, y la primera visita obligada eran las ruinas de Chichen Itza. Alquilamos un coche y en dos horas estábamos allí. A ver, están bien, pero son una turistada máxima.

Pirámide «El Castillo» en Chichen Itza

Hay muchos más vendedores dentro del recinto que piedras, y a mí eso me corta totalmente el rollo. Decenas de autobuses en el aparcamiento, colas larguísimas para pagar 25 euros de entrada… Y son bonitos, pero si ya has visto cientos de ruinas por el mundo, son más de lo mismo. Que me perdonen los mexicanos por decir esto, pero es que el punto turista exagerado me mata.

El Cenote Ik Kil

Al acabar nos acercamos a visitar y a bañarnos en un cenote. Un cenote es como una especie de pozo de agua profundo, que se alimenta por la filtración de la lluvia y por las corrientes de los ríos. En las fotos pintaban espectacular y nunca habíamos estado en uno. Hay un montón en la península de Yucatán, y nosotros nos decidimos por uno cercano a Chichen Itza, el famoso Ik Kil que es donde se ha grabado varias veces el concurso de salto de Red Bull. La verdad es que es una auténtica pasada. Pero una vez más han construido casi un parque de atracciones alrededor, con sus taquillas para dejar las cosas, el aparcamiento gigante, los tornos… Y eso le resta toda la autenticidad.

Valladolid

Al acabar pasamos por Valladolid, una ciudad encantadora y super colorida. Parecía estar dentro de la peli de Coco. Esto si que nos encantó, por fin algo de verdad.

Valladolid en México

Cozumel

Regresamos a Playa del Carmen, trabajamos durante la semana, y aprovechamos que el 22 de enero era fiesta en Valencia para cruzar a la isla de Cozumel. Es una isla muy cercana a la que se tarda solo media hora en Ferry. Lo que más me llamó la atención es el color del agua del mar, que es el azul más bonito que he visto nunca. Al llegar al puerto hay como una pasarela para salir con unas 30 casetitas donde te venden todo tipo de tours. ¡Quñe exagerado esto del turismo! Es una isla bonita, pero está tan plagada de hoteles y beach clubs que es casi imposible ir a una playa si no estás alojado o pasas por caja. Nosotros seguimos el consejo de una amiga, alquilamos una bicicleta y nos la recorrimos así, parando en una playa bastante chula. Por la noche regresamos a Playa del Carmen.

El puerto de Cozumel

Holbox

En ese momento aun no habíamos pillado flow, pese a que estábamos a gusto. Así que decidimos preguntar y nos hablaron de la isla de Holbox, que fue el gran descubrimiento del viaje. Hay que ir dos horas en coche hasta un pueblecito pequeño que se llama Chiquila, y en el que solo hay aparcamientos para los coches de alquiler, y el puerto donde salen cada media hora los barcos para la isla. Es un lugar colorido y sin coches, con los carritos de golf y las bicis como único medio transporte.

El pueblo de Holbox

Solo una pequeña parte de la isla tiene hoteles, y el resto es una reserva natural. Lo genial de Holbox es que el mar cubre super poco, y hay como una lengua de arena metida 100 metros dentro del mar, por la que se puede caminar kilómetros paralelos a la costa.

Lengua de arena en Holbox
Cien metros dentro del mar en Holbox

Todas las calles son de tierra y hay un ambiente mucho más relajado hacia los turistas. El único problema es que la única forma de trabajar era con el internet del móvil, ya que el wifi iba fatal en todos los hoteles. Pasamos allí tres días geniales antes de volver a Playa.

Tulum

El siguiente fin de semana quisimos visitar el destino de moda de la zona, Tulum, a solo una hora al sur de playa del Carmen. Aquí han cambiado el turismo de masas de todo incluido por el pijo hippie más actual. Todo es mucho más caro, pero eso sí, super cuidado y bonito, lleno de hoteles cuquis al lado de la playa, que no son mazacotes de cemento si no cabañitas de bambu y madera. Pese a eso, lo vimos también muy de mentira, y no acabamos de conectar.

Tulum

Un poco más abajo hay un lugar que si que nos encantó, es la reserva natural de Sian ka’an. Una zona protegida donde parar el coche y ver playas totalmente solitarias como está.

Playa en la reserva natural de Sian ka’an

Cancún

Fer ya se tenía que volver a España, así que le llevé al aeropuerto de Cancún y decidimos visitarlo por un día. Cancún que tiene dos zonas claramente diferenciadas. La mexicana, y la de los hoteles. No tienen absolutamente nada que ver. La local no tiene demasiado encanto, se ve cutre y desgastada, es la zona donde trabajan las persona que sirven a los guiris. La de los hoteles es como Disney, todo chulísimo pero de cartón piedra. Es una zona copada por americanos al lado de una playa preciosa, perfecta para pasar unos días sin salir del hotel. El todo incluido por excelencia.

Todo incluido

Dejé a Fer en el aeropuerto y me volví de nuevo a Playa del Carmen, a una zona aun más apartada que ya me ha gustado más y en la que he estado unos díez días. Con la playa super cerca, una zona guay para correr, y un montón de restaurantes auténticos con tacos picantitos y gente super amable.

Quería que mis últimos tres días aquí fueran distintos, así que decidí pasarme al lado oscuro e irme a un todo incluido. Yo soy muy crítico con este tipo de turismo, pero quería probarlo viajando solo. Había estado una vez con amigos, y por supuesto me lo había pasado bien, pero siempre he pensado que yendo a un todo incluido te pierdes el conocer realmente los países.  y quería ver como era estar así unos días solo. Una de mis amigas del instituto había trabajado en uno y me consiguió un precio espectacular. Así que allí que me fui. Ha sido una de las más surrealistas que he hecho. Rodeado de gente de vacaciones, en un ambiente de fiestas en la piscina, buffet libre y alcohol. Y yo el único de las 300 personas que iba solo y además iba por ahí con el portátil. Y la verdad es que ha estado bien, es la comodidad absoluta, el no tener que pensar, el solo tener que levantar la mano para tener todo lo que quieres.

En el todo incluido

Ahora creo que es una opción guay siempre que se combine con unos días conociendo la realidad, metiéndose en callecitas pequeñas a comer tacos auténticos y beber tequila con locales.

Hoy regreso a CDMX para mis últimos cuatro días antes de volver a España. Recapitulando diría que la experiencia ha sido genial, y me ha permitido descubrir por mí mismo que México es un sitio perfecto para visitar, y que no es ni mucho menos ese lugar peligroso que me decían mis prejuicios. He disfrutado mucho, pero he elegido una zona demasiado turística para lo mi gusto, así que tengo que volver para vivir otros lugares más auténticos. ¡Viva México!

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