Desconectar para conectar: unas vacaciones sin móvil

No sé a vosotros, pero a mí esto del teletrabajo me está pareciendo un engaño. A mí me gustaba trabajar desde fuera de la oficina cuando estaba de nómada digital viajando meses por Asía. Cuando estaba en Tailandia, en un coworking al lado del mar con un coco recién cortado y después de teletrabajar me bañaba en la playa y visitaba sitios nuevos. ¡Pero no desde mi casa!

He acabado trabajando más que nunca, desde que me levanto hasta que me acuesto. Y por supuesto todo el día conectado. No me dan los días y se me acaba mezclando la reunión de Zoom con la lavadora y el budget con los retos de Tiktok. Y además acabo agobiado pensando que aún debería trabajar más. Creo que es algo que nos ha pasado a casi todos.

Así que necesitaba desconectar. Mucho. No solo del trabajo, también de las redes sociales y de la sobreinformación. Salir sin el móvil, dejar de mirar el mail compulsivamente, relacionarme con gente poniendo en ellos toda la atención. Leer, viajar… en definitiva, olvidarme por completo de estar conectado durante unos días.

Al pueblo

Como todos los años, en agosto me iba a mi pueblo de León. Una pequeña aldea de unos 60 habitantes sin wifi ni nada de cobertura de mi operador móvil. Otras veces me acerco cada día a otro pueblo a unos 10km a por datos, o le pido a algún amigo. Pero esta vez quería que fuera distinto y me propuse no tocar mi móvil ni el de nadie durante una semana. Puede parecer una tontería pero me daba cierta ansiedad pensar en estar totalmente desconectado por si pasaba algo. Llevaba ya muchos meses hiperconectado. Pero tenía claro que lo necesitaba. Así que lo organicé: puse respuesta automática en el mail de trabajo diciendo que para cualquier cosa contactaran a mis compañeros; una foto en Instagram diciendo que iba a estar desconectado; y un whatsapp a los más cercanos para que en caso de urgencia llamaran a mi hermana. Todo organizadito 😅.

Una semana sin móvil

Acabo de volver a Valencia después de estar una semana sin móvil, sin cobertura, sin llamadas, sin internet. Ahora tengo 221 mails y 674 whatsapp (la mayoría chorradas de grupos). Y yo encantado. Me he dado cuenta de que había estado tan conectado con lo que pasaba fuera, que me había desconectado de mí. De lo que me pasaba, de lo que sentía. Durante esta semana, al no estar pendiente del móvil, he tenido mucho más tiempo de conectar con mi familia, con mis amigos, con sus conversaciones, con los paseos… Al levantarme, en vez de chequear mail y las redes sociales, simplemente pensaba en lo bien que había dormido. Y como he tenido tiempo, incluso he estado leyendo mis diarios y mis cartas antiguas. Que divertido recordar el drama que tenía con mis amores adolescentes y con mis amigos de verano. ¡Lo que daban de si unas vacaciones con 17 años!

Y curiosamente no se ha acabado el mundo. Mi empresa de desarrollo de apps sigue en pie, la tienda no se ha incendiado, y mis amigos no se han olvidado de mí. Y yo he vuelto muchísimo más relajado y con más ganas.

Te aconsejo mucho que pruebes a irte de vacaciones olvidándote de todo excepto de ti y de las personas que tienes a tu alrededor. Si eres de los que piensas que en tu caso no es posible, ya que eres imprescindible y en tu empresa no pueden estar sin ti ni siquiera una semana, es que estás haciendo las cosas muy mal. Nadie es imprescindible y si lo es es que las cosas están muy mal organizadas. A mí me ha encantado, y de hecho voy a intentar hacer un día sin móvil a la semana, o si no lo consigo al menos unas horas al día. ¡Felices vacaciones!

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