Mi zona de confort

Mi zona de confort… Es tan blandita y tan cómoda… ¡que cualquiera decide salir! Además, es lista, y usa todas sus artimañas para hacerme creer que quedarme en ella, tranquilito, es la mejor opción. Que en ella estoy genial, que no hace falta pensar mucho, que no es necesario arriesgar nada, que repitiendo cada día todo es mejor.

Mucha gente quiere salir de la zona de confort, pero eso implica complicarse la vida y cuesta mucho. Intentarlo es como ese domingo en el que la báscula te deja claro que llevas tiempo sin cuidarte, que comes fatal y que te has puesto fondón. Es tomar la decisión de empezar a correr justo al día siguiente, un lunes de febrero. Es el despertador a las 7.00 de la mañana que coincide con uno de esos días que llueve y hace frio. Y eres tu en la cama, cómodo, calentito y con el pijama. Y dices ¿en serio me voy a poner las mallas y las zapatillas y me voy a ir a correr? Es ese momento en el que tu cerebro hace todo lo que puede para para que no salgas. La zona de confort, te atrapa como ese colchón viscoelástico en el que duermes. Te arropa y te susurra todas las razones por las que no debes levantarte. Y además te ayuda a luchar contra la culpabilidad: que si hace mucho frio fuera y te vas a resfriar, que si luego vas a estar cansado en el trabajo…

Pero tu sabes que tienes que ir a correr. Que ese primer día, que ese primer paso, es el inicio de algo bueno. Que cuando empieces a correr te vas a cagar en todo, pero que cuando acabes dirás, vale, a merecido la pena.

Aun así, si lo consigues, solo has ganado una batalla. La guerra sigue. Tu zona de confort es fuerte y va a luchar con todas sus armas. Se alía con tu cuerpo y tienes agujetas hasta en las pestañas. Y al día siguiente cuando intentas volver a salir a correr, y sigue haciendo frio, y tu cama te sigue llamando, cuesta más por que te duele el cuerpo. Pero si también ganas esa batalla, si consigues día a día hacerle frente, al final todo se va colocando y te das cuenta de que has avanzado. Que las agujetas, el dolor de piernas y los madrugones, han dolido, pero a merecido la pena.

Tailandia

A principios de enero me compré unos billetes de avión para irme cuatro meses a Tailandia. Dejando en Valencia mi casa, mi trabajo, mi familia y mis amigos. Y no por que mi vida sea una caca. Vivo en un piso chulo, cada día voy a trabajar en patinete y me encanta mi trabajo. Tanto mi tienda de ropa como mi empresa de desarrollo de apps. Y tengo amigos con los que quedo casi cada fin de semana. Todo está razonablemente bien, pero me he acomodado. Y creo que puedo conseguir más.

¿Por qué me complico la vida?

Obviamente estoy encantado de irme cuatro meses a Tailandia. Es un planazo y estoy feliz de irme. Pero a la vez me asusta. Y cada día desde que lo decidí me alegro de haberlo hecho y a la vez pienso que estoy pirao, que para qué me complico yo así la vida. Las dudas me lían la cabeza y me hacen pensar si estoy colocando bien las piezas o si estoy jodiéndolo todo. Y es que irme me saca por completo de mi día a día y me obliga a cambiar cada una de las cosas con las que mi zona de confort me arropa: dónde duermo, qué como, cómo voy de un lado a otro, cómo trabajo, dónde hago deporte, las personas a las que veo, el idioma que hablo, la gente a la que quiero. Me da miedo.

Me levanto de la cama, me pongo a desayunar, y veo mi piso bonito y empiezan las dudas. Estoy de alquiler y me parece tirar el dinero seguir pagando el piso durante cuatro meses si no lo voy a usar, pero tampoco me quiero quedar sin el piso ya que me encanta. Así que me lo va a alquilar un conocido, pero claro, me espera una mudanza para sacar mis cosas. Y cada vez que veo mi cama cómoda, mi sofá genial, mi tele grande… me empieza a dar una pereza brutal. Y otra vez el miedo.

Además, me voy a un hostel con una habitación compartida. No me sobra el dinero, pero sí que me podría permitir una habitación para mí solo. Pero he decidido compartir habitación para abrir mi mente un poco más, para conocer a gente nueva y vivir nuevas experiencias. Pero claro, me muero de pereza también pensando en noches escuchando ronquidos de desconocidos. Por eso hasta ayer no había reservado el hostel para los primeros días. He estado en la página de Booking un montón de días, analizando cada opción, pero no daba al botón de comprar. Y me decía a mí mismo que era porque no encontraba el sitio perfecto, pero era mentira. Simplemente me asusta seguir dando pasos, y cada uno que doy siendo alivio por una parte y por otra ese sentimiento de tirarme al vacío.

La zona de confort me intenta llevar a su terreno, me intenta convencer cada día de que no deje mi vida normal. Pero no me va a ganar, porque, aunque me de miedo, sé que me va a aportar mucho. Claro que me gustaría saber cómo luchar mejor contra ese miedo. Aunque cuando cuente que me voy a Tailandia lo haga con una sonrisa, por dentro estoy asustadito perdido.

No es tan fácil

De verdad, no es fácil. Si crees que lo es ¿por qué no lo haces tú? Ahora llega el típico “es fácil para ti, que puedes”. Acabáramos. ¿Y es qué tu no puedes? Vale, si acabas de tener un bebé y tienes dos hijos más pues se complica. Si tienes familiares a tu cargo o personas enfermas se hace casi imposible. Y si de verdad no te llega para final de mes, pues está jodido. Pero si no estás en estos casos, sí que puedes. Tengas un trabajo desde hace años, tengas hipoteca, pareja o hijos. Si puedo hacerlo yo cualquiera puede, solo hay que querer y estar dispuesto a afrontar las agujetas.

Y si no quieres salir de la zona de confort por que tu vida te encanta, pues genial. ¡Enhorabuena! Pese a eso yo te diría que pruebes un poquito a salir de las cosas habituales. No hay por que dejarlo todo e irse a Tailandia, pero creo que hacer cosas distintas a las que hacemos cada día siempre nos enseña y nos permite crecer como personas. Si siempre vas a Telepizza prueba un día un restaurante coreano, si cada verano vas de vacaciones a Benalmádena, sácate unos billetes para Marraketch que con Ryanair están tirados. Complícate la vida, aunque sea un poco, aunque cueste, aunque de miedo.

4 opiniones en “Mi zona de confort”

  1. Me identifico mucho con tu post! Yo acabo de dejar mi trabajo para irme a Australia por 4 meses y probar cosas nuevas y diferentes! Nutrirme de todo lo que pueda y volver a Barcelona. Sí que da miedo.. pero le doy más peso a la experiencia y a todo lo que se pueda aprender de ella!! Qué te vaya super bien por Tailandia.. enhorabuena por salir de tu zona de confort

  2. Encontré el blog recién, buscando artículos sobre start ups y terminé leyendo un montón de cosas interesantes e inspiradoras!

    «Complícate la vida, aunque sea un poco, aunque cueste, aunque de miedo». Me apreció excelente esta frase.

    Éxitos en Tailandia!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *