Hace ya más de un mes que volví a Valencia después de estar cuatro meses trabajando y viajando por Asia. Y todavía no sé muy bien ni dónde estoy. Llegué un miércoles a las 12 de la noche y al día siguiente a las 8 de la mañana ya estaba rudo, mi empresa de desarrollo de apps, trabajando hasta la hora de comer.
Después fui a Superdry hasta las 9 de la noche. Sin periodo de adaptación, ahí, a saco. Me apetecía mucho estar en la oficina y en la tienda, tenía la cabeza llena de cosas que hacer.
Me reinstalé en mi piso alquilado, en el que se había quedado mi amigo Fer mientras yo no estaba, pero no deshice la maleta hasta pasada una semana, como si no quisiera olvidar el viaje. Como si deshaciendo mi maleta y colocando de nuevo mis cosas, todo iba a quedarse en un sueño.
Y esa sigue siendo mi sensación. Que nunca me he fui, que me lo he inventado, que un día en abril salí de la oficina y al día siguiente (ya en julio) volví a trabajar. Como si no hubiera pasado el tiempo. La experiencia ha sido tan buena, que los cuatro meses se me han pasado rapidísimo. Mientras estaba allí dedicaba poco tiempo a pensar y mucho a hacer y a disfrutar. Y llegar y volver directamente a la rutina ha sido tan raro que no me quito de encima sensación de que no ha ocurrido. Y eso que solo han sido cuatro meses, no quiero ni pensar cómo tiene que ser habiendo estado fuera años. Pese a eso, el viaje ha dejado su huella, y noto que hay aspectos de mí que sí que han cambiado un poco.
Disfruto más estando solo
Ha sido la primera vez que hago un viaje tan largo. He ido solo, sin itinerario y dejándome llevar por lo que me apetecía hacer. Esto ha hecho que haya tenido poder para elegir cuando estar conmigo mismo y cuando acompañado. No he tenido compromisos con nadie de mi alrededor, pero a la vez me ha resultado sencillo juntarme con otros digital nomads para tomar algo, ir a ver el atardecer o hacer alguna excursión, ya que la gente con la trabajaba en el coworking eran personas en situaciones similares a la mía.
Y ahora hay momentos en los que lo echo de menos. Y es que desde que he llegado me agobio un poco cuando hay mucha gente a mi alrededor. Ya no intento rellenar todos los huecos con actividades, sino que busco más momentos para mi mismo, sin nadie alrededor con quien interactuar. Me gusta hacer cosas con mis amigos, pero también necesito tener mi tiempo. Para pensar en mis cosas, observar lo que hago o analizar mis pensamientos. En definitiva, siempre he tenido miedo a estar solo y ahora hasta lo disfruto un poco.
Soy más minimalista
Durante cuatro meses he vivido con una maleta de 10 kilos y una pequeña mochila con mi portátil y mis cables. Cuando me levantaba solo podía elegir entre ponerme mis chanclas o mis zapatillas. Después el bañador o el pantalón corto, y una de mis camisetas que curiosamente acababa combinando más que cuando en mi vida normal me pruebo varios modelos hasta que algo me convence.
Ahora abro el armario y me doy cuenta que tengo más de 30 opciones de calzado. Un montón de tipos de pantalones y cientos de camisetas, muchas de ellas que no me he puesto en años. Lo mismo me pasa con las cosas de casa: tengo utensilios de cocina para hacer casi cualquier comida del mundo, libros que leí hace años y no he vuelto a mirar, cajas llenas de trastos que no uso… Y me da un poco la sensación de que me sobran cosas, de que no necesito tantas a mi alrededor para vivir. Porque lo curioso es que no las he echado de menos. Y además me condicionan, ya que hay que limpiarlas o cuidarlas, o mantenerlas. Yo soy solo una persona pequeñita y cuando miro mi piso con tantísimas cosas me parece que hay suficientes para diez. ¿De verdad necesito tantas? Así que estoy intentando deshacerme de algunas y vivir con menos. Eso no significa que me vaya a hacer totalmente hippie y abandone todas mis posesiones, solo que a partir de ahora me gustaría tener menos.
Siento que tengo demasiadas preocupaciones
Mientras viajaba, solo tenía una obligación, conectarme cada día a las 8.00 de la mañana de España para tener una reunión con el equipo. Después trabajaba unas 8 horas al día, pero yo me organizaba los tiempos. Y lo demás iba surgiendo. Si tenía hambre, iba a un restaurante a comer. Si quería salir a tomar algo, se lo decía a uno de mis nuevos amigos, y si este no quería se lo decía a otro.
Ahora tengo cientos de mini preocupaciones. Que si lavar la ropa, que si fregar, que si ir al dentista o llevar el coche al taller… Obligaciones autogeneradas en parte por cosas que he ido adquiriendo y que me generan más ansiedad que felicidad. He llegado a la conclusión que me sentía mejor cuando tenía menos cosas en que pensar y podía centrarme más en mi. Me gustaría conseguir pensar en las cosas realmente importantes y dejar las que lo son poco de lado, pero no tengo claro como conseguirlo en mi vida “normal”.
Rechazo las cosas repetitivas
En un viaje como el que he hecho casi cada día es distinto. Desayunar en un sitio nuevo una comida que nunca había probado, visitar un lugar en el que no había estado, conocer a alguien diferente del otro lado del mundo con historias curiosísimas que contar…
En nuestro día a día en cambio vivimos en general en una rutina. No solo en el trabajo, también en el ocio. Vamos a tomar algo todos los viernes con la misma gente a hablar de las mismas cosas. Y a mí desde que he llegado me aburre cada vez más repetir, siendo necesidad mayor de aventura constante. Y se que se puede conseguir hacer cosas diferentes, pero pese a eso yo no he conseguido incorporarlas en mi vida ya que la rutina me lleva. Lo que más me cuesta es estar sentado ocho horas en la oficina cada día, y no porque me canse de trabajar, sino porque me parece me parece que soy muy productivo un tiempo y el resto estoy calentando la silla, ya que me resulta difícil concentrarme tanto tiempo seguido. Ahora estoy en el proceso de intentar arreglarlo, pero aun no sé cómo.
Pienso más en lo que me hace feliz en el presente
Durante el viaje he vivido con el “flow”, dejándome llevar en cada momento por lo que me hacía feliz o lo que creía que debía hacer porque en ese momento era bueno para mi. He pensado mucho menos en el futuro y más en el presente. Y he estado super contento, ya que sorprendentemente para mi cuando intentas hacer las cosas bien, el futuro se va construyendo solo, sin necesidad de imaginarlo.
Y es algo que estoy intentando mantener. Dejar de hacer las cosas por lo que se supone que me van a ofrecer en el futuro. Al final está demostrado que los humanos somos malísimos previendo lo que va a pasar. Y he comprobado que si hacemos bien las cosas en el presente, con pasión y con ganas, todo se va poniendo en su sitio. Y si haciéndolas perdemos algo, pues se ha perdido y ya saldrá otra cosa.
Tengo ganas de volver a viajar
A mis amigos les digo que me he estropeado para siempre, que después de vivir algo así ya no quiero parar. Creo que no soy una persona de las que se puede pasar años seguidos viajando y trabajando por el mundo, pero si que tengo claro que quiero repetir la experiencia. La empresa ha ido muy bien y a mí me ha aportado tanto que ya estoy planeando el próximo viaje.
Richard! Enhorabuena que has vivido esta experiencia!
Sobre todo en occidente, estamos seteados, adoctrinados para obedecer a la rutina y entender que eso es nuestra garantía, nuestra certeza que las cosas ocurrirán como planeamos. Y si bien es cierto que cosechamos lo que sembramos, también es cierto y determinante, creo yo, que no tenemos nada cierto sobre el futuro. Y que eso nos da pánico.
Es que eso de incierto que nos plantea el futuro tiene que ver con nuestra libertad, con ser sinceros con cada cosa que hacemos, decimos, elegimos pero que al no haber «una cosa que nos fuerce a hacer o a quién echarle la culpa si algo no sale como esperábamos» nos da miedo.
Pero así también es como eligiendo de manera consciente lo que queremos y dejando de lado aquello que no nos interesa, gusta o lo que fuese es cuando nos abrimos de la forma más natural a expandir todas nuestras habilidades, herramientas, conocimiento, justo al revés de lo que muchas veces creemos, y que es que si nos salimos del molde seguro algo necesariamente va a salir mal, como si fuese una obediencia de vida.
El mundo verdadero tal como se presentan las firmas de empleo ahora nos encuentra con la posibilidad de trabajar en cualquier sitio, haciendo lo que nos gusta, si lo buscamos claro, pero también dándonos más tiempo para pensar cómo vivimos, con cuánto, qué necesitamos, si tenemos lo que necesitamos o nos llenamos de cosas para sentir que lo logramos, etc., etc.
Celebro estos tiempos que nos permiten crecer y nos abren a las preguntas, a las dudas, a la reflexión, a contemplar que nos equivocamos y que cada uno de estos rasgos son los que nos hacen humanos.
Maravilloso que cada vez más y más personas podamos descubrir-nos, pues es la chance para cumplir nuestros deseos, y sobre todo para ver que hay otros que como nosotros tienen dudas, inquietudes, y que es un hermoso gesto reconocernos como personas que necesitan y se necesitan, algunas más otras menos, pero estamos todos juntos, aquí para hacer algo por nosotros mismos y por todos.
Abrazo desde Bs. As. Argentina y a la espera de los comentarios sobre tu próxima experiencia de viaje
Gracias Natalia por tu aportación, me ha encantado