Como monté mi cuarta empresa: Rudo, desarrollo de apps para iOS y Android (1 de 2)

Estábamos encantados de estrenar oficina nueva. Nos habían seleccionado para pasar un tiempo en el coworking de Las Naves, para mí el sitio más chulo de Valencia desde el que trabajar. Era septiembre de 2016 y veníamos con los ánimos renovados después unos días de vacaciones en agosto. Pero las noticias que tenía que dar al equipo en la reunión diaria no eran buenas.

Los datos de nuestra startup no habían mejorado. Algo seguía sin funcionar en Sclusib. La app tenía usuarios, pero no conseguíamos monetizarlos. Y ninguno de los seis sabíamos ya por donde tirar. Teníamos que buscar una solución, pero por mucho que Marcos, Fer, Pablo, Emilio, Oscar y yo pensábamos, no dábamos con la tecla.

Nuestros primeros días en Las Naves

Llevábamos ya año y medio trabajando en el proyecto, pero nuestra red social no había dado el salto que necesitaba, el poco dinero que teníamos se acababa, y no habíamos conseguido cerrar una ronda de financiación. No podíamos seguir así y solo veíamos tres opciones. Pero antes de contarlas creo que lo mejor sería ir un poco más atrás, al momento en el que empezó a rondarme por la cabeza la idea de Sclusib.

Si no te apetece leer el principio de la historia y prefieres continuarla desde este momento pincha aquí y te saltarás toda la parte inicial.

La idea de Sclusib

Sclusib surgió un par de años antes de ese momento, a finales de 2014. Yo tenía una tienda en franquicia en Valencia de una marca de ropa inglesa llamada Superdry, pero no iba muy bien. Así que, junto con mi socio Fer, nos dedicábamos a hacer un montón de acciones de marketing para promocionarla.

Una de ellas fue especialmente bien. Hicimos un acuerdo con Jonan, un chico de 15 años con muchos seguidores en twitter, para que llevara a sus “fans” a la tienda y contra todo pronóstico nos la petó. Aquí lo cuento con más detalle.

Jonan en mi tienda Superdry de Valencia

En aquel momento era cuando empezaban a surgir lo que ahora llamamos influencers. Aun no cobraban miles de euros por post, sino que en general les pagaban con los productos que promocionaban. De hecho Jonan me decía que él no conseguía ganar dinero con su influencia, que casi ninguno de los que solo usaba Twitter o Instagram lo hacía. Excepto los Youtubers, ellos sí, ya que además de cobrar por promocionar productos, se llevaban una parte de la publicidad que generaban las visualizaciones de sus videos. Un creador de contenido solo tenía que subir un video, Youtube se encargaba de poner publicidad en el video y después le pagaba en función del número de personas que lo habían visto. A más visualizaciones, más dinero a fin de mes.

Pero los influencers que solo usaban Twitter o Instagram no cobraban por esa vía, ya que estas redes sociales no compartían los ingresos publicitarios que ellos obtenían con las visualizaciones de sus fotos. Por mucho que una foto suya tuviera cientos de miles de likes, ellos no obtenían ningún tipo de ingreso del medio, solo lo obtenían si en esa foto anunciaban directamente alguna marca.

Así que quise crear una app para ayudar a monetizar a esos influencers. Que siguiera el modelo de negocio de Youtube, pero para fotos. Una app tipo Instagram en la que los influencers subieran sus fotos, nosotros pusiéramos publicidad, y compartiéramos los ingresos publicitarios con ellos. Casi nada. El problema es que no tenía ni idea de cómo montar eso.

Demium y el primer equipo

La idea no dejó de rondarme hasta que unos meses después, en febrero de 2015, me apunté a un evento de fin de semana de emprendimiento en la incubadora de empresas Demium. Conté a Jorge Dobón y a Ismael Teijon lo que quería montar y decidimos hacerlo juntos.

En Demium me presentaron a Marcos, un diseñador muy molón y con muchas ganas de hacer algo grande. Le gustó el proyecto y decidimos asociarnos. La app necesitaba una experiencia de usuario top, fácil y fluida y Marcos era la persona perfecta para diseñarla.

Marcos Plazas y Richard Morla empezando Sclusib
Foto de promoción de Sclusib para medios de comunicación. Aun no teníamos nada desarrollado, solo el logo 😅

El problema es que para construirla necesitábamos programadores o dinero para contratarlos. Y yo aun no sabía lo que costaba encontrar a un programador que supiera de apps y quisiera involucrarse al 100% en un proyecto nuevo que no contaba con financiación. Mientras lo intentaba, nos dedicábamos a definir todo lo relacionado con la app, a hacer encuestas con posibles usuarios, a investigar y planificar… Pero no podíamos continuar sin los programadores. Lo intenté por todos los medios. Puse ofertas en todos los portales de empleo, hice convenios con universidades, di charlas en institutos, puse carteles, hice campañas en redes sociales…

Contacté directamente a más de 200 posibles programadores que quisieran unirse al proyecto a cambio de un porcentaje de la empresa, pero sin éxito. O tenían trabajo o si no lo tenían no estaban dispuestos a trabajar sin cobrar. Esto de trabajar sin cobrar suena raro, pero es que cuando empiezas a montar un proyecto nadie cobra. Por supuesto ni Marcos ni yo cobrábamos, ya que ni siquiera estábamos constituidos como una entidad jurídica. ¿de quién íbamos a cobrar? Éramos simplemente dos personas que querían emprender y ganar dinero si el proyecto iba bien.

En nuestra oficina de Demium, junto con un montón de gente genial intentando montar sus proyectos.

Pese a todo mi esfuerzo no conseguía a nadie a tiempo completo, pero sí a algunos dispuestos a colaborar en sus ratos libres, mientras continuaban con sus trabajos “normales”. Primero convencí a Diego, un programador súper senior que acababa de venir de Londres de ganar un pastizal y estaba viviendo en Denia con su familia. Estaba trabajando de freelance, tenía que pagar un alquiler y no iba a dejar su trabajo en el que cobraba para iniciar una startup. Le encantaba el proyecto y le apetecía colaborar dedicando algunas horas, pero no era su momento para dejarlo todo y ponerse a full time.

Después se unió de la misma forma Josep, que llevaba también mucho tiempo programando en iOS y ahora estaba de freelance. Él nos presentó a Vicent que sabía algo de Android y estuvo un par de meses ayudándonos. Los tres se unieron al proyecto sin cobrar, dedicando su tiempo con la promesa de un porcentaje de la empresa que aun no existía y solo en el caso de que finalmente se constituyera legalmente. Me costó lo suyo, eso sí.

Buscando un equipo full time

Estuvimos así durante ocho meses, pero todo iba bastante lento. Marcos y yo estábamos en la oficina todo el día, y era desesperante estar un montón de horas y ver que la app no avanzaba al ritmo que necesitábamos porque nuestros desarrolladores, que bastante hacían y se lo curraban, no podían dedicarle más tiempo porque tenían otro trabajo y no podían estar al 100% con nosotros. Así que decidimos qué o conseguíamos gente que pudiera estar con nosotros todo el día o abandonábamos.

Así que seguí buscando desarrolladores a full time sin éxito, hasta que en noviembre de 2015, cuando ya casi no me quedaban armas, recurrí a Fer, mi mejor amigo y también mi socio en Superdry. Llevaba un año trabajando en una consultora informática muy grande, pero ya estaba un poco aburrido y necesitado de emoción. Aunque no sabía programar apps, yo sabía que tenía la capacidad para aprender. Así que le convencí de dejar su trabajo en el que le pagaban y venirse conmigo para no cobrar y aprender a desarrollar en iOS. Y dijo que sí. Pobre…

Prácticamente a la vez llegó al equipo Oscar. Tenía 20 años y era uno de los cientos de desarrolladores Android con los que contacté por Linkedin. Estaba acabando de estudiar su ciclo formativo de desarrollo de apps, pero sabía bastante ya que había aprendido por su cuenta. Accedió a venir a conocernos, le gustamos, y a los dos días ya estaba trabajando. ¡Así que por fin teníamos un mini equipo! Diseño, iOS y Android. Olé, olé y olé.

Los primeros días de Fer y Oscar. Aun no sabían lo que se les venía encima.

Estuvimos así unos meses hasta que lanzamos una versión inicial de la app. Pero al lanzar nos dimos cuenta que los influencers no generaban suficientes contenidos, por lo que teníamos que empezar a crearlos también nosotros. Puse un anuncio y a principios de febrero de 2016 apareció Pablo, recién licenciado en comunicación audiovisual y con un blog sobre cine bastante bien escrito. Creo que no sabía dónde se estaba metiendo, pero estaba super decidido a empezar. Cuando le propusimos unirse dijo que sí al momento y a los pocos días ya estaba totalmente integrado.

Pero nos faltaba una «pata«, ya que hacer una app requiere de tres partes tecnológicamente hablando. El que programa para Apple, el que programa para Android y el que programa el backend, que es lo que no se ve de la app pero que es imprescindible para que funcione. Y seguíamos sin tener alguien full time para esta parte. Diego que sabía de todo hacía lo que podía, pero como he comentado no siempre tenía el tiempo que nosotros requeríamos. Así que me puse a buscar alguien de back.

Una vez más era una locura encontrar en Valencia a un programador con conocimientos de Python dispuesto a incorporarse a un proyecto en fase inicial. Hasta que uno de esos días, a través de uno de los múltiples anuncios que había puesto, contacté con Emilio, un chico de 18 años que se había apuntado a uno de ellos. Era brillante, acababa de empezar a estudiar informática, pero llevaba programando desde el colegio por su cuenta. Le propuse unirse y un par de días más tarde ya estaba con nosotros. Sin preguntar demasiado, simplemente me dijo que sí. ¡Eso es confianza! ¡Por fin teníamos el equipo completo!

Yo, Pablo, Pedro (que nos ayudó durante un tiempo con los influencers), Marcos, Emilio, Fer y Oscar en nuestros primeros días trabajando juntos

Lanzamos nuestra app

Con el equipo completo conseguimos lanzar una nueva versión de la app al mercado. A la vez buscamos a influencers tops y estos nos trajeron a usuarios. Empezamos a hacer marketing, pero no teníamos dinero y sin estar aun legalmente constituidos no podíamos hacer mucho más. Así que con la app calentita y funcionando, y unas expectativas brutales, nos pusimos a buscar un nuevo lugar desde el que trabajar. El programa de incubación de Demium había acabado y necesitábamos una nueva oficina. A la vez intentábamos conseguir financiación.

Finalmente decidimos que la mejor opción era aplicar a aceleradoras para continuar, ya que te cedían un espacio físico y en ocasiones metían algo de dinero. En nuestra cabeza estaban Wayra en Madrid y Lanzadera y Plug and Play en Valencia. En la primera no nos hicieron ni caso, en la segunda nos vieron pero nos rechazaron, y en la tercera nos seleccionaron. Lo que os perdisteis Wayra y Lanzadera…

Plug and play

La mudanza a Plug and Play fue muy fácil, ya que estaba justo en frente de Demium. Tanto Juan Luis Hortelano como Rubén Colomer y Paloma Más nos ayudaron un montón a conseguir usuarios, centrar el modelo de negocio y buscar inversores. El programa de aceleración duraba tres meses, tenía cursos impartidos por mentores super top, y nos daba 10.000€ en cash para escalar.

De izquierda a derecha y de abajo a arriba: Luis, Marcos, Emilio, Pablo, Belén, Fer, Yo y Oscar

A la vez conseguimos que cuatro business angels: Rafael Gómez Lechón, Daniel Tordera, Ramón Arnau y Pablo Gallart, pusieran 6.000€ en total así que ya teníamos nuestros primeros 16.000€. Y con ello constituimos nuestra SL con una valoración de 500.000€. ¡A por todas!

El día de la constitución de Sclusib Studio SL. ¡Qué ilusión!

Estuvimos trabajando muchísimo, tanto los 6 del equipo más inicial, como bastantes becarios y colaboradores que nos ayudaron durante un tiempo. Invertimos dinero en marketing, cobramos un poquito al mes, y le dimos todo lo duro que podíamos. Al final del periodo de aceleración fuimos a Madrid a presentar en el Demo Day de Plug and Play para buscar inversores, menuda experiencia.

Presentando en el Demo Day de Plug and Play en Google Campus
El equipo de Sclusib conquistando Madrid.

¿Y ahora qué?

Teníamos usuarios y la app funcionaba bien, pero para escalar de verdad necesitábamos una ronda de financiación grande, y nos pusimos a buscarla mientras seguíamos trabajando. Pero el tiempo pasaba y yo me di cuenta de que soy el peor buscando financiación, que no se me da nada bien eso de levantar pasta. Y que sin pasta, no podíamos seguir.

Como todas las startups con CEOs primerizos, al principio pensábamos que nuestra app se iba a vender sola. Que los usuarios iban a llegar a ella de forma orgánica y viral sin invertir. Malditos ilusos. Por supuesto no fue así y aunque teníamos un buen producto, para conseguir usuarios era imprescindible invertir en marketing.

La época de Plug and Play acababa y necesitábamos un sitio nuevo, así que aplicamos a Las Naves y nos seleccionaron. En los últimos días de Plug and Play seguimos haciendo un montón de cosas para conseguir avanzar, pero no era suficiente. Sin dinero no podíamos avanzar. Necesitábamos un empujón, así que como llegaba el verano decidimos darnos unos días de vacaciones para pensar en lo siguiente.

Las naves, septiembre de 2016

Y allí estábamos, de vuelta de nuestras vacaciones y de vuelta al principio de la historia. En nuestra oficina chulísima de Las naves, dándonos cuenta que llevábamos ya un año y medio con Sclusib y que con los datos que acababa de presentar al equipo, cada vez estaba más claro que nuestro modelo de negocio no funcionaba.

Comiendo en el patio de Las Naves

Ni conseguíamos monetizar lo suficiente para pagarnos, ni yo conseguía cerrar esa ronda de financiación que necesitábamos para escalar. Y sin ese dinero no podíamos mejorar la app, ni cobrar, ni empezar a invertir en marketing a saco. Y la desmotivación iba a llegar.

Marcos estaba trabajando de forma exclusiva para la Sclusib, pero ya había terminado con sus ahorros y obviamente tenía que comer y pagar el piso. Ya no podía estar más tiempo sin cobrar y había empezado a buscar cosas de freelance durante el verano. Era una pena porque yo sabía que eso iba a hacer que poco a poco se fuera desvinculando. Por suerte el resto podíamos sobrevivir: Oscar, Emilio y Pablo vivían con sus padres, y aunque no tenían otros ingresos, tampoco tenían casi gastos y podían permitirse seguir un tiempo. Fer y yo teníamos Superdry, que en ese momento ya iba bien y nos daba para vivir dedicando unas pocas horas a la semana. Pero estaba claro que teníamos que hacer algo y yo solo veía tres opciones:

Las opciones

1. Cerrar directamente. Ya llevábamos un año y medio y era obvio que sin ronda no íbamos a conseguir llevar a cabo el modelo de negocio. Podíamos cerrar directamente y cada uno buscarnos por ahí la vida. Habíamos aprendido un montón y pensaba que no iba a ser difícil que encontráramos otro trabajo o pudiéramos emprender de nuevo con otro proyecto.

2. Seguir como hasta ese momento. Para mí seguir haciendo lo mismo sabiendo que no funcionaba era la peor de las opciones. Suponía morir lento, agonizar. Era seguir intentándolo e intentándolo, para quizá crecer poco a poco, pero sin cobrar y sin recursos.

3. Conseguir dinero por otros medios. Esta opción suponía buscar algo que supiéramos hacer y venderlo como servicio, para meter ese dinero en Sclusib. Intentar aprovechar todo lo que habíamos aprendido como equipo para cobrar por ello y así sobrevivir. ¿Y qué sabíamos hacer? ¡apps! Así que lo obvio era empezar a hacer apps para otros.

Apps para otros: los inicios de Rudo

Decidimos ir a por la última de las opciones. Con lo que me había costado conseguir al equipo técnico, lo que menos quería era tirarlo todo por la borda. Pensaba que podríamos aprovechar lo que habíamos aprendido haciendo nuestra app para intentar hacer apps para otros, meter ese dinero en Sclusib y así mantener el equipo. La fórmula era sencilla: Sí sabíamos hacer apps… ¿por qué no hacer apps para otros?

Así que nos pusimos en marcha con esta idea. Es importante dejar claro que en nuestra cabeza estaba hacerlo solo de forma temporal y solo para conseguir cash para meterlo en Sclusib. En ningún momento pensamos dejar Sclusib. Solo queríamos sobrevivir. Para ello teníamos que ser rápidos, conseguir crear una empresa de desarrollo de apps en un par de días, de forma super MVP. Nada de una estrategia con un plan a cinco años, nada de encuestas a posibles clientes preguntándoles si les gustaría gastarse el dinero en que les hiciéramos una app.

¿Y cómo se monta una empresa así? Pues se necesita muy poco. Básicamente un nombre, una web donde explique tus servicios y empezar a vender. Y por supuesto una vez que se ha vendido un proyecto, se necesitan los desarrolladores que lo puedan programar, pero eso ya lo teníamos. ¿Dinero? Nada de nada, cero euros.

Así que nos reunimos y nos pusimos a pensar en nombres. El punto de partida era que fuese corto, que no estuviera registrado el «.es» o el «.com» y que fuera un poco canalla. Que tuviera rollito, identidad propia, que no fuera un genérico tipo “appsparatodos” «appsgeniales» o similar. Y no se nos ocurría nada hasta que salió “rudo”, un nombre raro, peyorativo, sin nada que ver con apps. Que ni siquiera nos convencía. Pero que poco a poco fue tomando su sentido. Porque nosotros lo que queríamos es convertir ideas en apps. Y las ideas normalmente cuando surgen no están perfectamente detalladas y pensadas. Son cosas en bruto, que pasan por la cabeza sin avisar. Pero esas ideas locas e informes son la materia prima para a veces construir una obra de arte. Para hacer el David, Miguel Ángel primero necesitó un trozo de mármol rudo, sin pulir. Y nos encantó eso de convertir ideas brutas y rudas en apps pulidas y super ágiles.

Lo siguiente era montar una web, pero tenía que ser algo super rápido, que no llevara meses de diseño y planificación, ya que estábamos montando un MVP y solo íbamos a probar. Así que Marcos hizo el diseño en un par de días y Fer la montó en dos más en un WordPress.

Empezamos a vender sin tener nada

Ya tenía todo lo que necesitaba para empezar a vender. Mientras el resto del equipo se dedicaba a seguir intentándolo con Sclusib, yo me puse a buscar empresas a las que hacer apps. ¡A vender!

En nuestra oficina de Las Naves, dándole caña a Sclusib e intentando conseguir proyectos para Rudo. En la foto faltan Emilio y Marcos.

Esta es una de las cosas que más veces me pregunta la gente ¿Y cómo se hace eso de vender, de buscar clientes? Pues es super sencillo y no hace falta tampoco una estrategia a tres años. Simplemente tienes que pensar quién puede ser tu cliente (en nuestro caso eran startups, emprendedores, u otras empresas que pudieran tener proyectos y nos quisieran subcontratar), buscas a las personas adecuadas dentro de esos clientes y empiezas a contactarlos por todos los medios para ofrecerles tus servicios: mails, Linkedin, teléfono… Y eso muchas veces. Muchas muchas veces. Con esa resiliencia que ahora está tan de moda. Contactas con 100, 200, 300, 500 personas. Analizas muchos proyectos, mandas muchas propuestas… Hasta que alguien dice que sí. En nuestro caso el problema es que el camino llegaba siempre al mismo punto.

Me interesa pero ¿qué otras cosas habéis hecho?

Pues… solo hemos hecho nuestra propia app… pero somos muy buenos...

Pues cuando tengáis más experiencia volvéis.

Era muy difícil que alguien confiara en nosotros cuando nuestra única experiencia como empresa de desarrollo era nuestra propia aplicación. Y así estuvimos un mes y medio, manteniendo Sclusib pero monetizando muy poco, y yo intentando conseguir proyectos para Rudo. Procurando que no se acabara la motivación y pudiéramos seguir trabajando juntos. Sabíamos que el periodo de Las Naves era temporal y que necesitábamos otro sitio para tener la oficina, así que buscamos un nuevo destino.

Nos habían hablado de un espacio para startups en la Universidad Politécnica de Valencia llamado StartUPV y gestionado por una organización llamada IdeasUPV. Fuimos a visitarlo, nos encantó, y decidimos aplicar. ¡Y nos seleccionaron! Pero para entrar un mes después, así que ya estábamos tranquilos en cuando a oficina. Pero desesperaditos en cuando a sobrevivir. Llevábamos un mes y medio con esa nueva estrategia pero yo no conseguía que ninguna empresa nos contratara para hacer su app, Sclusib seguía sin tirar, el dinero se acababa y el equipo quería cobrar para poder comer y esas cosas que hacemos los emprendedores. Y ahí pasó algo que lo cambio todo.

El día que lo cambió todo

El 17 de octubre de 2016 estaba en el baño con el móvil viendo Twitter. Uno me llamó la atención, era de Javier Berlana el CTO de Comprea (ahora Lola Market). Javier se sentaba al lado de nosotros en Plug and Play. Decía en el twitt que si alguien conocía a un desarrollador de iOS que le contactara. Y yo le contesté al momento, “tenemos uno y es muy genial«. Y él me dijo que le llamara y así lo hice. Me contó que un antiguo jefe suyo en una empresa de informática gigante de más de 1.000 trabajadores, buscaba un desarrollador de iOS para un proyecto. Me dio su contacto para escribirle y este fue el mail que le envié:

Hola XXX. Soy Richard Morla, amigo de Javier Berlana. Hemos compartido despacho en la empresa que acelera su proyecto Comprea. Tenemos un estudio de desarrollo de aplicaciones informáticas nativas llamado www.rudo.es con programadores en plantilla, en concreto mi compañero Fernando Salom es ingeniero informático superior y desarrolla iOS nativo en Swift. Nos ha comentado que estáis buscando un freelance para un proyecto, sería genial saber un poco más por si os podemos servir. Un saludo y gracias de antemano

Mandé el mensaje a las 16.30 y a los 15 minutos sonó mi teléfono. Resulta que necesitaba una persona para hacer una aplicación para un banco, pero esa persona tenía que empezar prácticamente al día siguiente. El equipo que tenían seleccionado les había dejado tirados y necesitaban alguien para ya. Yo le dije que tenía a la persona perfecta pensando en Fer. Así que me pasó las especificaciones y me dijo que le pasara un presupuesto. ¡Un presupuesto!

No teníamos ni tarifas, ni idea de cuánto cobrar por algo así. Lo estuve mirando con Fer, Oscar y Emilio, que estaban flipando que nuestro primer encargo pudiera ser la app de un banco. Fer decía que era perfectamente capaz de hacer la app, pero que iba a tener que trabajar mucho. Quedamos en que Oscar y Emilio, que estaban aprendiendo también iOS, le ayudarían. Estaban acojonados, ya que iban a pasar de hacer nuestra app a entrar directamente a jugar en primera división. Pero que íbamos a por ello.

¿Y cuánto dinero les pedíamos por eso? ¿Cuánto se tardaba en hacer? Pues no lo teníamos nada claro. Imaginadnos en sock sabiendo que teníamos que pasar un presupuesto super rápido y sin tener ni idea qué decir. Pensamos que podían ser cuatro de una persona, que suponían 160 horas. ¿y cuál iba a ser nuestro precio hora? Pues tampoco teníamos ni idea, así preguntamos a Diego y a Josep que solían hacer cosas de freelance y nos dijeron que entre 25 y 35 euros. Fuimos a lo bajo, hicimos el cálculo y pedimos 3.800€. Madre mía, 3.800€, ¡eso para nosotros era muchísimo dinero!

Mandé el mail con la propuesta y me fui a rehabilitación ya que me había roto el brazo en la feria de un pueblo en el toro mecánico. Cuando estaba en rehabilitación el cliente me llamó y me dijo que el presupuesto le encajaba perfectamente (obviamente éramos super baratos) y que si tenía alguien que pudiera hacer también la app de Android pagándonos otros 3.800€. Casi me caigo de espaldas. Le dije que le volvía a llamar. Llamé a Fer y a Oscar, y les dije que había cambio de planes. Que Oscar no podía ayudar a Fer, ya que nos habían encargado las dos plataformas. Eso sí, Emilio podía ayudar. Estábamos cagaditos, pero sabíamos que lo podríamos hacer, así que les dijimos que sí y recibimos la orden con el encargo.

Nuestro primer proyecto y StartUPV

Y ahí empezó nuestra aventura. Oscar y Fer trabajaban horas y horas para sacar el proyecto junto con la ayuda de Emilio. Mientras Pablo y yo, que no sabíamos lo que iba a pasar luego, seguíamos dando caña a Sclusib y buscando nuevos proyectos para Rudo. Fue un tiempo vertiginoso, haciendo malabares entre Sclusib y el proyecto del banco. Y a la vez se nos acababa el tiempo en Las Naves y teníamos que mudarnos a StartUPV…

Fer y Oscar super concentrados en el desarrollo de la nueva app

En el próximo post…

¿Salió bien el proyecto? ¿O la cagamos y no nos volvieron a contratar más? ¿Qué pasó con Sclusib? ¿Siguió el equipo al completo? Pronto la segunda parte de la historia de Rudo…

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